Dios, fiel a su palabra, envió un terrible juicio sobre la nación de Judá y su ciudad capital Jerusalén. Durante un período de veinte años empezando en el año 605 a.C. los ejércitos babilónicos invadieron tres veces a la nación, aplastando a sus ejércitos, saqueando y destruyendo sus ciudades y llevándose a Babilonia a miles de sus habitantes al cautiverio incluyendo a Daniel. En el año 586 a.C. la ciudad de Jerusalén, con su bello templo salomónico, fue destruida (2 Reyes 24:1–25:30; 2 Crónicas
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